lunes, 21 de junio de 2010

PETOLEROS

1975



Jakob Maersk



El 29 de enero, el petrolero danés "Jakob Maersk" a la entrada del puerto de Leixoes (Portugal) golpea con un bajo de arena provocando en cuestión de segundos una gran explosión en la sala de máquinas. El buque, cargado con crudo iraní, se incendia y arde durante varios días. Los dos primeros días las llamas llegan a alcanzar 100 m de altura impidiendo cualquier tipo de actuación sobre él.

El petrolero se parte en tres, hundiéndose dos partes aunque la proa sigue flotando alcanzando la costa y derramando el crudo en la misma. De las 88.000 toneladas que transportaba, aproximadamente la mitad ardieron, un 30% se dispersaron en el mar y el resto alcanzó la costa.





Showa Maru

El 7 de junio de 1975, el petrolero japonés "Showa Maru", con 237.000 toneldas, naufraga en el estrecho de Malaca en el océano Indico.


1976


Olmpyç Bravery



El 24 de enero, este petrolero liberiano cargado con 250.000 toneladas de crudo, se partió en dos frente a la costa norte de Quessant (Francia). El accidente provocó el vertido de 1.200 toneladas.


Saint Peter

El 4 de febrero, este petrolero, de nuevo un petrolero de bandera liberiana, el "Saint Peter", cargado con 33.300 toneladas de crudo se incendió hundiéndose en tan solo un día a 720 m de profundidad en la bahía Ancón de Sardinas (Ecuador) siendo protagonista de uno de los más grandes desastres ecológicos en el océano Pacífico.


Urquiola 1976



El 12 de mayo de 1976 el buque petrolero Urquiola procedente del Golfo Pérsico, quedó embarrancado en A Coruña. Una mala señalización de una aguja rocosa hizo que este gran buque que llevaba su carga a la empresa Petrolíber, sufriera el accidente.

El Urquiola no sufrió muchos daños en este primer momento y pidió ser llevado a puerto.

Los organismos competentes tomaron la decisión de que el petrolero abandonase el canal y se alejase 200 millas de las costas españolas. En estas maniobras el Urquiola sufrió más daños y un incendió que provocó una gran humareda negra. El capitán del barco murió en este incendio al permanecer en el barco en el último momento. En esta catástrofe se derramaron 100.000 toneladas que llegaron hasta las rías de Betanzos, El Ferrol y Ares.

Las tareas de limpieza en este desastres consistieron en instalar un dique que frenara el avance del petróleo a la vez que pequeños equipos de trabajo intentaban recoger el crudo. También se utilizaron detergentes para disolver el petróleo.



Boehlen

El 15 de octubre, el petrolero alemán "Boehlen" cargado con 9.500 toneladas de crudo se hunde tras una fuerte tormenta frente a la Isla Sein derramando 7.000 toneladas de su carga.



Argo Merchant

El 15 de diciembre el petrolero "Argo Merchan" de 196 m de eslora en medio de una tormenta se encalla en unos bajos en Nantucket Island (Masachusetts). Seis días después se parte en dos y se hunde con 27.000 toneladas de fuel. A los efectos de la tempestad se le añadieron otros factores que dieron como resultado su hundimiento: inexperiencia de la tripulación, cartas anticuadas y giroscopio averiado.



1977



Hawaiian Patriot

El 23 de febrero a 300 millas de la costa de Honolulú el petrolero liberiano "Hawaiian Patriot" sufre un escape de crudo incendiándose posteriormente, lo que ocasionó un vertido de unas 95.000 toneladas.



1978

Amoco Cádiz 1978



El 16 de marzo de 1978 el petrolero Amoco Cádiz, que se dirigía a las costas de Limebay y Rotterdam, embarrancó es las costas francesa de Bretaña. Se derramaron más de 200.000 toneladas de petróleo, convirtiéndose en una de las grandes catástrofes de la historia. Este buque tanque fue construido tres años antes en los astilleros españoles.

El vertido cubrió la bahía de Portsall, en el Canal de la Mancha, de hidrocarburo.

Se registraron miles de aves contaminadas, al igual que fauna marina. Por supuesto se vieron gravemente afectadas las actividades económicas asociadas al mar en esa zona.

Esta catástrofe también será recordada por ser el primer caso en el que la justicia condena a una empresa petrolífera, y obliga a la misma a indemnizar por los daños causados.

FOTOS







PETROLEROS EN GALICIA

Hace más de dos décadas que en el mundo se viene alertando sobre los enormes daños ecológicos y económicos provocados por accidentes de buques petroleros y la correlativa necesidad de acortarlos. Sin embargo, como lo demuestra el naufragio de la nave Prestige frente a las costas gallegas, siguen ocurriendo desastres sin que se tomen medidas apropiadas para impedirlos.
Tres años después de la catástrofe ecológica provocada por el hundimiento del petrolero Erika en las costas de Francia, el buque Prestige, de bandera de Bahamas, se accidentó frente a las costas de Galicia. La consecuencia inmediata fue el derrame de unas 20.000 de las 77.000 toneladas de combustible que transportaba.
Se denunció que la catástrofe provocó la muerte del 40% de 38 especies protegidas y ya significa una pérdida incalculable de la riqueza pesquera y marisquera de la región, amén de la muerte de aves y otras especies y de los daños colaterales ligados a la contaminación de la costa, especialmente en las zonas turísticas.
El caso recuerda el accidente ocurrido hace casi tres años en la costa bonaerense, frente a las localidades de Magdalena y Punta de Indio, cuando un barco carguero chocó a un buque petrolero de la empresa Shell. El hecho provocó cuantiosos daños ecológicos y económicos.
La magnitud del desastre de Galicia llevó a los dirigentes de la Unión Europea a declarar que es imprescindible la urgente puesta en marcha de un nuevo plan de seguridad marítima, que establezca las condiciones de los barcos y las normas de navegación, para evitar los accidentes.
Otro punto central es quién paga los millonarios costos por los daños y su reparación. Mientras en el caso europeo hay estipulados seguros y también se consideran subsidios especiales para las víctimas, en el caso argentino fue necesaria la intervención de la Justicia.
Un fallo de primera instancia, que fue apelado, acaba de condenar a la petrolera Shell a ejecutar las tareas de recomposición del medio ambiente afectado, por un valor estimado en 35 millones de dólares.
Más allá de cómo se resuelvan los detalles de estos casos, es indudable que la peligrosidad del transporte de sustancias contaminantes amerita exigir a quienes lucran con ellas el máximo cuidado y responsabilidad. Los Estados también deben asumir su parte en lo referido al control, la protección y la asistencia efectiva de los injustamente afectados.